Manifiesto Suicida

“La moral media y las religiones pueden contraindicarlo, pero el suicidio es un derecho, y ejercerlo requiere de un talento y un coraje que ni la moral media ni las religiones tienen la estatura de explorar.”

El Obediente

No te gustaba mi ropa y preferí cambiar mis camisas que mi amor.

No te gustaba mi menú, así que elegí algún plato que pudiéramos disfrutar juntos.

No te gustaba mi lugar, entonces intentamos en todos los que albergaran a tu comodidad mis sentimientos.

No te gustaba mi gente, pero te convertí en mi sociedad para estar rodeado de todos mis amores.

No te gustaron mis películas, mis cuentos, mis reflexiones, mi voluntad, mis sueños, mi entusiasmo, mi pereza, mis risas, mi música, mi ritmo, mi procedencia, mi descendencia, mi organización, mi desorden, mi decoración, mis indecoros, mi inmadurez, mi decrepitud, mis charlas, mis silencios, mi condición, mis condiciones, mi incondicionalidad, mi preocupación, mi alegría, mi salud, mi enfermedad, mi vida, mi visa, mi pobreza, mi grandeza, mi carne, mi pecado, mi cuerpo, mi alma y mi cabeza.

Por amor me armé a lo que amé. Fui el mármol de tu escultura y hoy sólo junto polvo en un rincón de tu museo.

Por amor tomé el riesgo de cambiar mi ser por mi querer.

Ahora no quiero ser ni estar.

No pego

No pego en ninguna parte. No pego una.

Es insano tratar de relajarse en el mismo sitio en que se es torturado, entonces en un arranque de lucidez y, viendo que no me iba a dormir, me propuse pasar la vigilia donde todos están despiertos.

Con la buena excusa de ser sábado a la noche, me disfracé de desenfadado y salí a dar una vuelta… a pasear sin rumbo, ver las bandas en vivo de los pubs, mirar a la gente y observar las miles de distintas especies que pueblan la fauna humana. Pensé que era mi oportunidad de ser yo mismo, en contraste con la tarde de hoy en que parecía un padre de familia. Pero la familia es una máscara, cuando uno tiene que describir una familia no se limita a enumerar los integrantes, también hay una serie de relaciones, compromisos y roles que acá no se dan. Acá sólo están los integrantes, lo suficiente para que los desconocidos vean avanzar a ese grupo humano y lo llamen familia. Lo suficiente como para que el que padece el más humillante de los abandonos parezca contenido y amado.

Entonces esta noche salí solo. Pero solo con todo su significado, nada de interrumpir la soledad con un "atate esos cordones". Solo es verse solo, cargar con la soledad, mostrar que no hay nadie que lo quiera a uno y vivir, finalmente, que nadie tiene que representar el espectáculo de integrarlo a su núcleo.

Cuando se es ignorado por "las miles de distintas especies que pueblan la fauna humana", se siente que uno no pertenece a cada uno de esos grupos. No pego en ninguno de esos grupos: algunos son muy mayores, otros muy jóvenes, otros de mucho más alto nivel económico, otros de penosa intelectualidad, grupos mixtos, grupos de hombres, grupos de mujeres.

A pesar de sus disimilitudes evidentes, todos los grupos concordaron en dos características: todos lo estaban pasando bien y todos me ignoraban. Entiendo que fue una buena noche de sábado para toda la ciudad y que nadie necesitó de mí para que fuera tan buena. Existir y no existir es indiferente.

Llegué a casa y los demás dormían, miraban tele, chateaban… nadie notó mi ausencia o, al menos, no les fue impedimento para llevar adelante sus rutinas. No existo.

No pego y la realidad no para de pegarme.

Si anoche no me maté fue por cobarde

Y ya son varias las noches, no siempre consecutivas, que me meto en la cama con la misma idea.

No sé por qué, pero cuando me pasa eso, tenga o no sueño, me acuesto de costado, apago las luces y escucho radio… nada de tele. A lo mejor la tele finge una alegría que no deseo sentir… no por alegre; por fingida.

Tampoco escucho radio, en honor a la verdad, apenas la prendo y creo que me elevo y me veo a mi mismo en plano picado. Siento que veo a un tipo solo y en la oscuridad, y que en realidad no es una personalidad solitaria ni oscura, pero lo salió todo mal. Y le sigue saliendo.

No es pena, no es angustia, no es depresión, no es desconsuelo… es cansancio.

Son muchas las cosas importantes que me salieron mal, son muchos los sueños que ya no se me van a cumplir, son muchos los que ya aprendí a resignar, son muchas las postergaciones que no cumplen fechas y ya no tengo por qué creer que las cosas no van a seguir siendo así. Ya mi candidez se suicidó.

Puedo conformarme con migajas de mis viejos anhelos, puedo ver bienestares acariciando otras pieles y abandonando la mías, puedo seguir construyendo un mundo mejor al que no perteneceré, puedo entregarme al servicio eterno de los que amo, puedo convertir mi vida en una herramienta de satisfacción de necesidades ajenas… o puedo morir con dignidad.

Le tengo pánico a la violencia previa al suicidio, al dolor físico, a que sean ciertas las cosas que nos escribieron desde hace siglos sobre la Eternidad y el castigo para las almas que desprecian la vida. Me asusta la muerte y me da culpa cómo me sobrevivirán los que me vayan a extrañar, pero irme a dormir con un nuevo fracaso en la mochila y la promesa de otro tras el siguiente amanecer, es mucho menos que lo que entregué por alcanzar. Simulo cansancio físico para evitar explicaciones incomprendidas de sobremesa y me acuesto a no dormir.

Estoy cansado. Cansado de existencia, diría José.

Yo, el suicida.

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Hace algunos años que sueño con ser mala persona. He descubierto que a los tipos más inescrupulosos, a los más perversos y a los más indiferentes al bienestar de sus cercanos, les va bien. Y a los correctos, moderados y amables no. A veces me propongo ser todo un energúmeno y cuando estoy a punto de comenzar a intentarlo me siento mal tipo y abandono. Tal vez deba animarme y abandonar sin medias tintas… ni un déspota ni un fracasado: un suicida consumado.

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Si termino de juntar valor y decido suicidarme, ¿cómo debiera hacerlo?